viernes, 12 de septiembre de 2014

¡Con leones encima!

Hoooola... ¡Hace tanto que no pasaba por aquí! 

He hecho muchas cosas y me han ocurrido otras cuantas desde mi último post, en el top se encuentra el haberme mudado a Chile (tengo mucho que contar al respecto, pero no será en este espacio), y que se me haya dañado mi computador, que para estos tiempos en que tales aparatos son una herramienta esencial en el diario vivir, ha sido un verdadero logro haber sobrevivido varios meses sin utilizar uno. Aunque claro, tenía mi celular, mi bebé, mi consentido, que si bien no es lo mejor, me ayuda en lo básico y me saca de apuros. Pero ahora (finalmente), puedo teclear un poco desde un nuevo equipo.

Ya llegará el momento de hablar un poco más a fondo de lo anterior. Lo que quería contar en esta ocasión, es que a principios de agosto un amigo me invitó a dar un paseo por Rancagua, una ciudad que se encuentra más o menos a una hora y media de Santiago (donde estoy viviendo actualmente). El destino era un Parque Safari que se encuentra en esa ciudad. Lo que me habían hablado de este parque me simpatizó y estaba emocionado por conocerlo tanto como a la ciudad, pues es una zona "verde", además de que, cualquier excusa es buena para salir a desestrezarse un poco y sentirse lejos de la bulla cotidiana, respirando aire puro y fresco al estar en contacto con la naturaleza...

Nos organizamos para salir el miércoles 13 y todo iba bien, pero perdimos el metrotren de ida en la mañana, así que tomamos un bus. Llegamos a Rancagua pasado el mediodía y dimos algunas vueltas rápidas mientras veíamos dónde almorzar, así que no alcancé a observar mucho de la ciudad, por lo que me gustaría volver algún día para recorrer sus calles tranquilamente. Después del almuerzo buscamos un taxi que nos llevara hasta el parque y finalmente estábamos ahí.

El parque, según entendí, es una especie de institución que se encarga de "rescatar, cuidar y proteger" animales que se encontraban o encuentran en estado de salud crítico o que en algún momento se vieron amenazados, lo que me parece muy bueno. El zoológico empieza prácticamente desde que entras, pues das unos cuantos pasos y en seguida vas viendo patitos, gallinas coloridas, pavos y otros animales andando por ahí libremente. A medida que vas adentrándote encuentras más animalitos en los alrededores. Había: osos, variedades de aves, monos, venados, reptiles, en fin, de todo un poco.

Pero lo atractivo son los leones. La sensación de literalmente tener leones encima tuyo. Tenerlos tan cerca, separados únicamente por una delgada malla hace que suba a mil la adrenalina del cuerpo; oír esos rugidos que paralizan alma y cuerpo (oh my God!) Resulta algo sorprendente estar cerca de animales grandes y feroces e incluso llegar a tocarlos, sin sacar mucho el dedo, claro... 

Si algún día tienes la oportunidad de visitar este parque, te aseguro que lo disfrutarás tanto como yo y no te arrepentirás ni un pelito.

Algunas fotos del trip:


Saliendo de Santiago...





























































































El joven guía nos contó que la lengua de los leones es garrasposa,
esto le permitiría retirar la primera capa de piel en tan solo 10 lamidas.


























Este gallo me pareció muy gracioso porque nunca había
visto uno sin cola y me parecía extraño. Jajaja!


Un pequeño malentendido por ahí...









Y para despedir el día...

Agradecimientos especiales al amigo Chambilla por su invitación. Me contó que luego recibió el doble de su inversión, así que terminé sintiéndome más feliz aun. Lo pasé excelente. Gracias también al amigo Patricio, que si no hubiera sido por el gran obsequio que me dio, quizás habría pasado el tiempo y no me hubiese animado a publicar esto después. ¡Gracias mil!